Monday, February 27

À l'intérieur des Catacombes

La noche está bien entrada en los intramuros de París, el 30 de enero de 1798. Como muchas noches sucede, una comitiva misteriosa se desliza, de negro, por las calles de la ciudad. Un carro completamente cubierto de tela de raso y varios encapuchados siguen el paso de un sacerdote que reza su letanía al tiempo que va sacudiendo un incensario. Pocos lo saben y muchos menos se atreven a seguirles, pero se dirigen al 14e arrondissement, bien pasado Montparnasse. Allá, a unas viejas minas subterráneas, es donde lleva sus ofrendas la extraña corte. Y no son otra cosa que cuerpos. Sí, huesos ya repelados que están trayendo desde el cementerio de los Santos Inocentes. Y sí, los están colocando en el osario municipal, todos bien apilados.




Así era. A finales del siglo XVIII París necesitaba sanearse y llevar todos los cuerpos a algún lugar más digno de acogerlos que entre las paredes de una casa o en nichos más que abarrotados. Las antiguas galerías utilizadas para crear sillares para las construcciones de la ciudad – y de casi 2 km de longitud- fueron el lugar elegido para dar cobijo a casi 6000 cuerpos que allí continúan. Les Catacombes de París son el lado tétrico y subterráneo de la ciudad del amor. Llamadas así por la similitud con la Necrópolis romana, reúnen cuerpos traídos desde varias basílicas y cementerios de la villa. Durante el siglo XIX ya se comenzaron a organizar visitas y se convirtió en un lugar tétrico pero llamativo para los que se atreviesen a entrar a esos corredizos sin iluminación.


Algunos levantaron altares y zonas para la oración. Hoy son una atracción más –como todo lo es- dedicada a la muerte, al igual que los numerosos cementerios tales como el de Père-Lachaise, lugar de descanso de celebridades.

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